Un cuento que no cuento para dormir a mi hija
El espectáculo ha terminado. ¿Por qué no aplaudimos? Como un antiguo drama griego en el que el escritor del guión ha fracasado con la escena final. Donde la dramaturgia no soporta sino que se quiebra en un anticlímax. Tanta tinta en los medios de millas de largo y ahora qué?
El asunto escándalo con la camarera de hotel que acusó a uno de los hombres más poderosos del mundo, el mismísimo DSK, de violación se ha terminado. El hombre que dio al sexismo francés una cara, el jefe del FMI que ahora actúa como salvador en la necesidad, el candidato presidencial que era uno de los pre-favoritos y en un voleo se convirtió en un violador. Un misógino. Un hombre de la clase superior que folla a una mujer de la clase trabajadora, un socialista que humilla a una refugiada pobre. En esta historia chocó clase, etnia y género.
Todo se expuso. Desde su extraño matrimonio con la rica presentadora de programas francesa Anne Sinclair quien aceptó su infidelidad hasta su membresía en la orden masónica. El asunto escándalo se convirtió en un reality show de mayor venta que animaba mi propia papilla de todos los días. (La que escribe este artículo tuvo no hace mucho tiempo una niña).
Medios de comunicación estadounidenses con su famoso sentido por cuentos contemporáneos agudizaron el espectáculo. Aprovecharon la oportunidad de exponer al hombre macho-chauvinista europeo contra la variante estadounidense de pureza. Argumentaron que en la tierra prometida del sueño americano tiene tanto rico como pobre, blanco y negro, la misma oportunidad a justicia. Ciertamente no va a ir el hombre más poderoso del mundo libre simplemente porque sí. Allí tiene una refugiada pobre, una mujer de la limpieza negra, una madre soltera, el mismo valor que un hombre de la más alta clase superior. Me conmovió.
Mientras que DSK en su arresto domiciliario exclusivo pedía comida de los más caros restaurantes de ‘delivery’ de Manhattan que su mujer pagaba, se destapaban las diferencias de clases. No sólo entre la víctima y el agresor, sino también entre los sospechosos de violación. Los que tuvieron que conformarse con la asquerosa comida de la prisión. Aquellos que no podían conseguir el dinero de de la fianza. Aquellos que no pueden pagar guardaespaldas o vinos de viejas cosechas.
Ahora la fiscalía ha cerrado la acusación. Las palabras de la limpiadora de hotel no pesan nada porque ella cambió en su historia, mintió en su solicitud de asilo y se asocia con delincuentes. «No quiero perder mi trabajo», declaró Nafissatou Diallo cuando DSK la obligó a chuparle el pitilín. Ahora probablemente perderá no sólo el trabajo sino también su tarjeta de residencia. «Expulsadla», grita el New York Post que anteriormente aserró por completo a DSK.
El emperador resultó estar desnudo pero le queda la mitad del reino. El villano se convirtió en héroe y la víctima resultó ser la villana en el drama. Una víctima de violación ya no es una víctima si ella alguna vez ha mentido o se codea con personas erradas. La culpa se ha impuesto a la víctima de violación. Todo está como de costumbre. El drama ha terminado. Este cuento no pienso contárselo a mi hija a la hora de dormir. [metro.se]