Con la piel como lienzo
Tinta mezclada con sangre. Un hermoso adorno. Un refuerzo de identidad o un estigma de por vida? En un nuevo libro retratan el fotógrafo Björn Abelin y la escritora Elisabeth Åsbrink personas tatuadas.
Ana María tiene más de 70 años. Su piel está llena de finas arrugas, su canoso pelo está peinado con fuerza hacia atrás en una borla. Con la ropa puesta parece como cualquier otra mujer de edad. Pocos tienen idea de qué obra de arte que lleva en la piel. Guirnaldas de flores, mariposas y lagartijas, tatuajes que acompañan, ponen de relieve y ocultan tetas, espalda y culo.
Anna-Maria es una de las descritas en el libro de Björn Abelin y Elisabeth Åsbrink «Bläck: Tatueringar hud minnen» («Tinta: Tatuajes piel recuerdos». Ella pensó que era fea en las fotos. Su cara era fea, aclaró – el cuerpo ricamente decorado no era nada sobre lo que avergonzarse. Que ella en la edad adulta, finalmente se atreviera a tatuarse no lo lamenta.
– Su valor y el de otros me ha fascinado desde un principio. Atreverse a tomar posesión de su cuerpo, utilizarlo para lo que uno tenga ganas, dice Björn Abelin.
Él ha trabajado con el proyecto de tatuaje durante seis años. Fue algo a lo que él se deslizó hacia ello, dice. El deseo del hombre de pertenecer, de ser parte de un equipo y todavía ser especial y destacar, siempre le ha fascinado. En un proyecto anterior fotografió paisajes, describió la superficie multidimensional que abarca el globo terráqueo.
– Entonces miré a la naturaleza como un cuerpo. De alguna manera estas cosas confluyeron y se convirtieron en un proyecto sobre el paisaje del cuerpo.
En “Bläck” (“Tinta») se hace muy claro que también el paisaje del cuerpo tatuado tiene su especificidad. Algunos se contentan con sólo un tatuaje: una oreja decorada, un paisaje estilizado al estilo «Linus på linjen» («Linus sobre la línea») en el antebrazo. Otros ornamentan todo el cuerpo al estilo japonés tradicional, dejan la cara y los brazos sólo sin cubrir.
¿Por qué se tatúa uno? Fue una de las preguntas de entrada para Björn Abelin y Elisabeth Åsbrink . ¿Es la belleza del motivo, el refuerzo de la identidad o la intensa y eufórica experiencia de dolor lo que se busca? Pero poco a poco se convirtió la pregunta inversa igual de importante: ¿Por qué se opta por no hacersee un tatuaje?
Hay una frontera invisible entre los tatuados y los no tatuados, opina Elisabeth Åsbrink. Una frontera que ella ha intentado pero no conseguido precisar del todo.
– ¿Es por las zonas rurales y urbanas? No, en absoluto. ¿Se trata de los ingresos económicos? No, no lo es tampoco. Lo más cerca que he llegado a un límite es entre el laicismo y la fe. Si se está más cerca de la idea de que el cuerpo es el templo de Dios que no se debe profanar entonces uno no se tatua. Ya en el tercer Libro de Moisés de la Biblia hay una prohibición contra los tatuajes, dice.
– Lo que creo que ha sido interesante es descubrir que la gente ha hecho esto durante todos los tiempos y en todos los diferentes tipos de culturas. El impresionar imágenes en la piel, dejar que la tinta sea mezclada con sangre de forma que la imagen se vuelva permanente, ha estado presente todo el tiempo al que se puede volver.
Durante largos períodos se han visto con escepticismo los tatuejes en Occidente. Durante mucho tiempo eran asociados con los marineros y los delincuentes, con una vida fuera de los marcos de la sociedad ordenada. Hoy día los tatuajes no son de ninguna manera un tabú, por el contrario, existe un auge del tatuaje, donde la gente muestra orgullosa sus cuerpos punzados.
– Que la tendencia del tatuaje sea tan fuerte ahora mismo tiene en parte que ver con que vivimos en una sociedad de consumo. El cuerpo se ha convertido en una cosa a la que mimamos, como un coche que se debe lavar, limpiar y mantener libre de arañazos. Ahí encajan los tatuajes igual que cualquier otro adorno, dice Elisabeth Åsbrink. [dn.se/kultur-noje/konst-form/med-huden-som-malarduk-1.1152089]