El agua azul como licor de color azul. Una capital de color rosa y verde como un pastel de mazapán. Las islas Curaçao y Aruba son parte de los Países Bajos – aunque en el Caribe.
YO FILTRO ARENA SUAVE entre los dedos. Miro las aves zancudas en busca de comida en el agua. El viento se ha tranquilizado. Una chica en traje de baño con volantes persiste en la playa para un último chapuzón. Pronto se baña a la par con el sol que se pone en el horizonte.
Aruba se dice que tiene las mejores playas del Caribe. Y Eagle Beach se dice que es una de las mejores en Aruba. No lo contradigo. La arena es clara y granulada como el azúcar. El agua es templada y cambia de color gris y azul oscuro a turquesa y el más suave verde. Admito que no soy ninguna corredora de maratón, pero durante la vuelta corriendo antes este mismo día nunca llegé al otro extremo de la playa. Continúa milla tras milla (una milla sueca: 10 km) al sonido de las olas y al susurro de las hojas de palmera.
En Eagle Beach terminamos el día. Y aquí empezamos el día – con una caminata al amanecer. Ese paseo fue tal vez no totalmente voluntario, para ser honesta. La diferencia horaria entre Suecia y Aruba hizo que nuestro hijo Anton, seis meses, se despertara a las cuatro de la mañana, lleno de energía. A las cuatro de la mañana faltan dos horas hasta la salida del sol, oscuro como el carbón y nadie más despierto.
Cuando por fin se hizo de día, tomamos a Anton en la mochila porta niños y caminamos los pocos metros desde el hotel hasta la playa. Allí cavamos una fosa en la que felizmente pudo patalear a sus anchas y tener arena entre los dedos de los pies por primera vez en su vida.
Pero ahora duerme en el cochecito, mientras nosotros vemos al sol hundirse en el agua centímetro por centímetro. El cielo se tiñe de amarillo, rosa, púrpura y azul-negro y el camarero enciende las lámparas de bambú en el bar restaurante Pasion.
Tomo un bocado de la pesca del día en la versión a la parrilla, y un sorbo de vino que es blanco y frío.
Aruba es la más pequeña de las Islas ABC, como Aruba, Bonaire y Curaçao se llaman con un nombre común. Pero en lo que se refiere a visitas es Aruba la mayor con casi un millón de turistas al año. Las largas playas son lo que atraen. Un clima agradable de 28 grados en principio durante todo el año, con pocos días de lluvia. Una amplia selección de hoteles, restaurantes, casinos y centros comerciales son otros factores de éxito.
A Aruba encuentran un grupo de turistas suecos cada año. Pero son los norteamericanos los que dominan. Es acento norteamericano el que escuchamos cuando tomamos el autobús a lo largo de la playa. Son norteamericanos los que encontramos cuando caminamos alrededor de la principal ciudad Oranjestad. Y holandeses, por supuesto.
Es tan extraño que aquí, a 8.000 kilómetros de los Países Bajos, se encuentren unas pocas islas que pertenecen al reino. En el siglo XVI robaron los holandeses las islas a España (que a su vez las tomaron de los índios arawak). Desde entonces han sido holandesas, a excepción de unos pocos años a principios del siglo XVIII cuando los británicos tuvieron el control.
Es esta historia de ocupación la que ha creado la cultura única y el idioma en las islas. El lenguaje cotidiano, papiamento, canta en portugués, español, holandés, inglés y algo muy propio en lo que no puedo poner mi dedo.
– Por favor, enseñadme algunas palabras, pido yo.
– Bon bini significa bienvenido, dice Mario Browne y sonríe.
ÉL ES NUESTRO GUIA para el día de hoy en el museo histórico de Aruba. Está muy bien situado en la fortaleza del siglo XVII Fort Zoutman en Oranjestad. Una torre pintada de blanco, una vez construida para avistar piratas, marca la entrada. Aquí adentro se muestra una historia de opresión, trabajo duro y sueños sobre oro. Paseamos alrededor entre bañeras de sal, molinos, y cofres de los estadounidenses.
– ¿Por qué creéis que los cofres están formados de esta manera, con una tapa redondeada? pregunta Mario Browne.
-Parece poco inteligente, digo yo. Porque si se van a cargar en los barcos no pueden estar unos encima de otros.
-Justamente por eso, dice él con una amplia sonrisa. Los propietarios de los cofres querían que sus cofres fuesen cargados en la parte superior.
MARÍO BROWNE CUENTA en plan descriptivo sobre islas infértiles donde la mayoría de los intentos de cultivo a través de la historia han fracasado. Las semillas se secaban.
La trata de personas era más lucrativa. Durante los siglos XVI y XVII se sustentó Curaçao sobre todo del comercio de esclavos. Miles de esclavos pasaron por Willemstad, y fueron luego revendidos a otras colonias.
Mario Browne cuenta sobre los esclavos como sus antepasados. Pero dice también con un dejo de orgullo en su voz que, si bien Curaçao fue una de las peores estaciones de comercio de esclavos en todo el Caribe, no hubo en principio trata de esclavos en Aruba.
– Aquí en Aruba se recibía pago por su trabajo, dice él.
En Aruba se reencontró en cambio oro, que durante un corto período otorgó riqueza. Además se ha mejorado el oro negro en las islas. Las refinerías de petróleo en la costa siguen siendo una fuente importante de ingresos para Curaçao. En Aruba, el turismo se ha hecho cargo.
Después de la visita al museo nos deslizamos hacia el sol cegador. Caminamos a lo largo del muelle de Oranjestad donde gigantescos cruceros están en línea. Los puestos de souvenirs están llenos de sombreros, toallas, estatuas de Bob Marley, y ’bayonetas de mentiras’.
Los turistas de cruceros corren fuera, se suben a los autobuses que les llevan a las playas de la isla y barcos de snorkel. Por la tarde, regresan con caras felices, estiradas por el sol y salpicadas de sal.
Oranjestad es una extraña mezcla de turismo de lujo y baratijas.
En escaparates brillantemente pulidos se exponen ropas de marca, bolsos y zapatos. En casas de color rosa con letreros de neón se sirven hamburguesas y fajitas. La fachada brillante exposición de diseño de ropa, bolsos y zapatos. La casa de color rosa pintada con letreros de neón sirve hamburguesas y fajitas.
La semana que viene en Aruba practicamos el snorkel, vamos en catamarán, visitamos el parque nacional Arikok y descubrimos las playas de la isla.
Pero donde mejor lo pasamos es en Eagle Beach, donde el árbol dividivi ventosea hacia el cielo y las olas ruedan adentro. Es aquí donde yo hecho de menos cuando aterrizamos de vuelta a casa en Suecia otra vez. Es el recuerdo de un feliz Anton en la fosa de arena lo que se ha gravado lo más duro en mi mente.
EN COMPARACIÓN CON Aruba, se muestra Curaçao mayor y menos enderezada. Las playas no son tan largas y blancas, pero en cambio hay montones de pequeñas calas, donde se puede bucear directamente desde la playa. Aquí son los peces curiosos y el agua clara.
Di Curaçao y la mayoría lo asocia al alcohol azul, con justo el color azul turquesa que se piensa que el agua debe tener en el Caribe. El original se fabrica aquí en Curaçao en cantidades modestas.
Además hay aquí una capital categorizada como Patrimonio de la Humanidad. Casas en verde menta pertegaz, rosa claro y amarillo de Pascua –con glaseado blanco alrededor de los marcos de las ventanas y techo. Es holandés del siglo XVI en estilo tropical. Fachadas en colores pastel rodean un hermoso estuario del puerto.
Estamos sentados en el Iguana Café justo allí, bebemos Coca-Cola y miramos la apertura del puente, cuando el remolcador ‘hierbe’ para ayudar a un buque crucero. El puente de la Reina Emma gira a un lado. Algunos willemstadtenses estresados están fuera en el último segundo y se ven obligados a dar un salto sobre el agua resplandeciente. Llegan a tiempo justo antes de que el puente de pontones se abre del todo.
Willemstadt tiene pequeños callejones con tiendas para turistas, pero también un lado más desaliñado, más popular. Cuando nosotros hemos caminado sin rumbo por los callejones hallamos el mercado flotante a lo largo de Sha Caprilsekade. Aquí vienen barcos de carga de Venezuela, cargados con frutas y verduras. Los barcos son dormitorios y lugares de trabajo para los hombres que están en el muelle y venden mangos madurados por el sol y plátanos recien recogidos.
El coche es casi imprescindible en Curaçao, para hacer justicia a la isla. Así que al día siguiente salimos por carreteras rectas a través de un raro paisaje de arbustos enredados de bajo crecimiento y cactus afilados. De vez en cuando pasamos a través de una ‘landhuis’, un remanente de los días en que los propietarios de las plantaciones holandesas trataban aún de poner en marcha el cultivo. Hoy día muchas de ellas están reconvertidas a hoteles o restaurantes.
Nuestro objetivo es Westpunt, en el lado norte. Aquí está el restaurante Jaanchie’s, bien conocido por su buena comida y calurosamente recomendado por todos con los que nos hemos encontrado. El restaurante sería imposible de pasar por alto, hemos escuchado. Sin embargo, logramos conducir erróneamente dos veces.
En el camino estuvimos además a punto de atropellar por unos centímetros a un lagarto de color verde lima de cerca de un metro de largo que de repente salió a la carretera. El lagarto, Iguana, es una de las especialidades de Curaçao. Tanto en la naturaleza como en el plato.
Una vez en el Jaanchie’s somos recibidos ya a la entrada por seguro cien pequeños pájaros que hacen un ruido ensordecedor. Un hombre de unos 50 años con la camisa desabrochada y una amplia sonrisa, se sienta en nuestra mesa. Se muestra que es el dueño del restaurante Jaan. No obtenemos un menú escrito, sino que él cuenta en cambio todos los platos.
-Yo soy el menú ‘caminante’, ‘parlante’ y ‘sentante’, dice él y se ríe.
Ignoramos la lagartija, que se cocina en un guiso tradicional. Elegimos el recién pescado pez, que se sirve con salsa de tomate con arroz, alubias y ensalada verde
ANTON está totalmente fascinado por los pájaros, está en mi regazo y salta arriba y abajo. El que haya probado comer con un bebé rebelde en su regazo sabe exactamente lo que quiero decir cuando digo que es difícil. Yo y mi marido nos lo pasamos del uno al otro. Luego le da un ‘ataque’. Está supercansado, supercaliente, y grita desconsoladamente. Lo llevo al aire acondicionado del coche y la salida es abrupta.
Una hora más tarde encontraremos una pequeña cala con suave arena blanca cubierta con piezas de coral. Anton se duerme a la sombra de un techo de bambú, yo esteré sentada a su lado y beberé cappuchino helado, y mi marido practicará snorkel y verá una serpiente de agua de color de arena. Entonces está el orden restablecido y Curaçao muestra su mejor lado. [vagabond.se]