Los mordiscos y los arañazos suaves durante un polvo pueden ser toda una delicia erótica, tanto que algunos no pueden dejarlos fuera de la cama.
Aclaro, eso sí, que la idea es que los dientes y las uñas no dejen más allá de unas coquetas y pasajeras marcas y ojalá en sitios que no provoquen miradas de reojo y sonrisitas burlonas.
A todos -sí, a todos- nos gusta, en mayor o en menor grado, que durante el aquello nos proporcionen mucho placer al tiempo que juegan a hacernos un poquito de daño… Eso es rico, es excitante.
No lo digo yo. Para el insustituible Kamasutra los mordiscos (desde esos juguetones en la oreja hasta los que dejan huella) son señales de que la faena bajo las sábanas es intensa y placentera.
Para el Ananga Ranga, otro libro de técnicas amatorias muy posterior al Kamasutra (que les recomiendo), los mordiscos y los arañazos durante el polvo son alternativas para sacar a las parejas de la rutina en la cama; es más, evitan que él busque a una mordelona y ella a un arañador. Por supuesto que no a todo el mundo le gusta. Por eso, si le dicen que no, revise. Puede ser un asunto de técnica.
Para empezar, no se trata de coger a dentelladas y a zarpazos al otro. Nada de eso. Recuerden que lo fundamental es evitar disgustos.
Si a su pareja no le gusta, no insista, y si a usted le parece una salvajada, dígalo. Ahora, si hay acuerdo, así se sienta tentado a morder esas partes que le gustan, reserve para las más sensibles (esas que también le paran la respiración cuando las toca o las ve) sólo mordiscos tenues, suaves, que acaricien. […] [ESTHER BALAC/eltiempo.com/vidadehoy/salud/sexo-con-esther]