Más del 50% de las víctimas fueron menores de edad y la mayoría de esos casos ocurrieron en Lima y Cusco
Su hija cumple hoy una semana de nacida y ella cinco meses de haber salido a la luz. Antes de eso, hasta fines del 2010, Sofía (así la llamaremos para proteger su identidad) tenía como vida la muerte. Y la muerte tenía forma de maltrato físico y psicológico por parte del hombre con el que había cortado tiempo atrás su relación y que la torturó y violó en el encierro de una habitación. “Un día me dijo: ‘Te llevo a tu casa’. Mi hija justo estaba con mi hermana. Y él me llevó a la fuerza a un cuarto. Me detuvo a golpes. Me tenía secuestrada. Me tuvo cuatro meses ahí. En ese lapso quedé embarazada. Le suplicaba que me dejara ir, pero no tenía compasión. Le prometía y juraba que no me iba a escapar y no comprendía. Me decía palabras superfuertes: era muy perverso. Él me hacía arrepentirme de haber nacido”, narra.
Su cuerpo tiembla y las lágrimas caen por su rostro: vencer a la muerte deja marcas profundas. “Lo que me da cólera es que yo estoy acá como si fuera la agresora y él libre, cuando debería estar encerrado como una rata”, dice.
A la fecha, hay 4.944 internos en los penales del Perú por el delito contra el honor sexual. Solo en el 2009, 889 fueron acusados de abusar sexualmente de menores de edad. El 19% ya recibió sentencia. El resto sigue siendo procesado. El hombre que fue pareja de Sofía aún anda suelto. Y ella vive otro encierro: está en una casa de refugio, protegida y fortalecida con las terapias de la psicóloga del Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (Mimdes) y la oración.
Sofía tiene más de 18 años y su caso es uno más del macabro número de agresiones sexuales registrado en el 2010 por el Instituto de Medicina Legal y Ciencias Forenses: 33.420. La mayoría de víctimas, sin embargo, corresponde –como en años anteriores– a adolescentes de entre 13 y 17 años: 17.111 ( 13.748 mujeres y 3.363 hombres ). Y en lo que va de este año ya se han reportado 1.579 casos de violación sexual y 1.032 casos de actos contra el pudor ( cualquier acción con contenido sexual y sin abuso) en menores. En Lima norte está el más alto número: 227 y 244, respectivamente. Sigue Cusco con 204 y 53. En estas dos regiones, según el Mimdes, se presenta la mayoría de casos. Lo había alertado el 2002 el estudio multicéntrico sobre la violencia de pareja y la salud de las mujeres de la Organización Mundial de la Salud: “Una de cada 5 mujeres en Lima y Cusco reportó abuso sexual en la infancia”.
AVANCES Y TRABAS
Esas alertas también llegan desde distintas organizaciones que luchan para que los agresores sean encarcelados y acabe la impunidad. Antes de 1991, según la representante de Manuela Ramos Giña Yáñez, se consideraba violación sexual cuando la víctima era mujer y se daba fuera del matrimonio. Desde esa fecha y hasta hoy se incurre también en delito cuando se da dentro del matrimonio y abarca a mujeres y hombres.
Hay un avance más importante conseguido en los últimos años en materia legal: “Hubo una modificación legal el 2007. Desde entonces ya no solo se considera la penetración vaginal del órgano reproductor masculino, sino también se toma en cuenta la vía anal o bucal o cualquiera sea el objeto que se introduzca en el cuerpo. Por ejemplo, el 2002, en el caso de la vedette Lucy Cabrera y el cirujano Max Álvarez no se logró constituir el delito por violación porque este había usado una prótesis”.
Hoy el delito de honor sexual tiene una de las mayores penas. “Hay hasta cadena perpetua. Se agrava a menor edad de la víctima y en caso de muerte”, refuerza Yáñez. Pero no siempre estas normas alcanzan a los agresores. “La mujer provoca, el hombre estaba expuesto, asumen los jueces. Y eso se ve a la hora de sentenciar. Sigue siendo un argumento”, reclama la abogada Teresa Hernández, de la Defensoría del Pueblo. “Aún hay una mirada cultural, ideológica y machista que determina una sentencia judicial”, enfatiza Yáñez.
LIBRES ANTE LA LEY
“Las mujeres adultas tienen problemas en el juicio: no se les cree, se las somete a una serie de confrontaciones con los denunciados y cuando no hay huellas físicas de resistencia se presume que hubo aceptación y se absuelve en muchas ocasiones. La percepción entre las víctimas es que no hay justicia sino impunidad, que fácilmente se libera a los violadores”, agrega Hernández.
Eso, sumado al trauma de revivir tan penosa experiencia, hace que el número de denuncias no se ajuste a la realidad. Sofía tampoco confía en que su agresor vaya a la cárcel. Cuando logró engañarlo con argucias y salió con él, corrió hasta donde unos policías y lo denunció; no le creyeron. “Lo detuvieron solo unas horas. ‘Seguro le has sacado la vuelta o no lo atiendes’, me dijeron. Haga lo que haga, el hombre no tiene por qué pegar a la mujer. Si él ha estado preso, ¿por qué lo dejaron salir? ¿No dicen que les toman un examen psicológico? Son personas enfermas que arruinan la vida de los demás”, se indigna.
“La palabra de la mujer no es suficiente ni está valorada”, protesta Jeannette Llaja, de la ONG Demus. […] [GONZALO GALARZA/elcomercio.pe]