Las mil caras de la India

Taj20MahalHistoria, encanto, paisajes. Un país de contrastes con 1.200 millones de habitantes que combina a la perfección la tradición de sus construcciones y la antigüedad de su cultura.

 

Una mujer blanca y de largos cabellos ensortijados y dorados estaba sentada en un banco que rodea los jardines del Taj Mahal, en Agra, contemplando el monumento más grande jamás construido en nombre del amor. Extasiada, sin palabras y rodeada por miles de turistas que a diario llegan para ver una de las siete maravillas del mundo, sintió de repente que una nube de mujeres, niños y hombres indios se le venía encima: le tiraban su espesa melena, la tocaban y se reían. Sachi, un guía local de 25 años, le explicó, momentos más tarde, que es común que los indios (acostumbrados a sus mujeres de cabellos negros y de tez oscura) reaccionen de esta manera ante la presencia de extranjeras. “Les gusta el color blanco de su piel y los cabellos claros y rizados, quieren tocar”, le explicó.

Y es que para los indios el color de piel se convirtió en los últimos años en un tema trascendental. Por eso cada día buscan ser más blancos. Dicen ellos que lo hacen porque se dieron cuenta de que tener la tez oscura les resta posibilidades a la hora de encontrar trabajo y novia. Por eso, cada vez son más los que gastan miles de dólares en productos para blanquearse. En la prensa ya no se aceptan avisos matrimoniales en donde además de anunciar la casta, los ingresos y la religión, no se especifique el tono de la piel del novio y el que desea de su pareja. «¿Y el amor?», pregunta una turista frente al Taj Mahal. Sachi, quien se declara orgulloso de su tono oliváceo (aunque confiesa que preferiría por esposa a una europea muy blanca) se encoge de hombros y dice: «No sé por qué aquí tu pareja la escogen tus padres” , y continúa mostrando el «amor hecho monumento», como él mismo promociona el famoso mausoleo.

A pesar del destino matrimonial de los jóvenes indios, no hay una sola persona en este país que no sepa de memoria la historia de amor que inspiró el Taj Majal. Niños desde los 8 años hasta ancianos de 70 cuentan que en el año 1612, el rey Shah Janan se enamoró perdidamente de Mumtaz-i Mahal, una joven de 15 años hija de un ministro de la Corte, con quien se casó. La felicidad sólo duró seis años, pues Mahal murió dando a luz a un hijo. Antes de morir el rey prometió a su esposa favorita –tenía otras 20– que le construiría el monumento más grande para demostrarle su inmenso amor. Así comenzó la construcción del Taj Majal, cuya obra demoró 22 años.

No era para menos pues el Rey ordenó reunir las mayores riquezas del mundo en el mausoleo que albergaría para siempre a su amada: el mármol fino y blanco de sus paredes se trajo de las canteras de Jodhpur, el jade y el cristal de la China, las turquesas del Tíbet, miles de piedras de lapislázuli de Afganistán, la crisolita de Egipto, el ágata del Yemen, miles de zafiros de Ceylán, las amatistas de Persia, el coral de Arabia, la malaquita de Rusia, el cuarzo de los Himalayas, los diamantes de Golconda y el ámbar del océano Índico.

El Taj Majal está ubicado en medio de un barrio humilde, con calles destapadas y pantanosas. Hay que esperar. Largas filas de turistas se hacen frente a una inmensa puerta de madera, que cuando se abre deja al descubierto una magnífica vista: el mausoleo en todo su esplendor. De lejos se ve blanco, blanquísimo. Pero en días grises, se torna de este color. El Taj Majal está rodeado por una terraza, un estanque de mármol en el centro y numerosos jardines y fuentes. A él se accede descalzo o con unas babuchas que allí proporcionan. Aunque el interior no es tan deslumbrante, las finas paredes incrustadas con piedras preciosas al dejar filtrar la luz desatan un espectáculo de mil colores.

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Hyderabad, la más moderna

No es lo único que sorprende de la India, un país de 1.200 millones de habitantes. Los contrastes están a la orden del día. De Agra, una ciudad detenida en el tiempo, puede pasar a la modernísima Hyderabad, una urbe cosmopolita, llena de modernos edificios y tecnología. Es la segunda Silicon Valley de India luego de Bangalore. Aquí se ubican las empresas indias y del resto del mundo (se calcula que hay 30 extranjeras) líderes en desarrollo de tecnología. Se refleja muy bien el contraste de la India del siglo XXI: las mujeres visten saris (prenda tradicional india, una especie de tela amarrada por todo el cuerpo de colores vivos) pero hablan por celular, estudian y fuman. Pueden relacionarse sin importar las castas (sistema de clases que rige en la India), pero tienen que casarse con uno de su misma «clase social», según cuentan varias jóvenes que caminan por el lugar.

La temperatura llega a los 42 grados y el grupo de jovencitas prefiere no contestar más. Todas sacan su traje de baño y se van a nadar en una hermosa piscina que Infosys, una empresa india líder en desarrollo de software, construyó para el bienestar de sus empleados. Luego almuerzan en cualquiera de los menús que los tres chefs de la empresa tienen dispuestos para todos. Al final del día asisten a la Indian School of Business, una de las más prestigiosas universidades privadas indias, que dicen exporta los mejores empresarios e ingenieros indios a todo el mundo, especialmente a Londres y Estados Unidos. […] [Por: Angélica Lagos/Las mil caras de la India/www.elespectador.com]

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