El sur de Marruecos atrae a miles de europeos que quieren pasar el invierno en el sol. Muchos de ellos viajan en autocaravana. DN Resor ha visitado a una pareja de Gotemburgo que huye del invierno al calor del norte de África.
Pasamos un campo a las afueras de una ciudad del sur de Marruecos y vemos entonces una vista impresionante. En un pequeño terreno se han reunido varios cientos de cigüeñas y encima de ellas vuelan unas veinte más. Se han reunido aquí para escapar del invierno en el norte de Europa. Este día del solsticio de invierno quema el sol marroquí sobre ellas y hace 25 grados.
En la misma carretera por la que conducimos, más allá del terreno de las aves migratorias, ruedan pocos coches marroquíes. Más allá de las grandes ciudades se encuentra el automovilismo privado aquí todavía en su infancia. Nos cruzamos sólo con unos pocos taxis de larga distancia y camiones y algunos de los ‘hogares móviles’ (autocaravanas) de las ‘aves migratorias humanas’.
Cada invierno son conducidos miles de vehículos de acampada europeos aquí por aquellos que desean escapar del invierno, disfrutar del sol y el calor, vivir barato y obtener una aceptable dosis de todo lo emocionante que Marruecos ofrece. La mayoría de los vehículos tienen matrículas francesas, bastantes alemanas e italianas. Y luego hay un pequeño grupo, tal vez 10-20 vehículos que han rodado todo el camino desde Suecia.
Catarina y Lennart Polheimer de Gotemburgo son dos de los suecos que regresan al sur de Marruecos todos los inviernos. Esta temporada calculan quedarse en torno a tres meses, la mayor parte del tiempo en un camping cerca del mar en el interior de la localidad costera de Agadir. Pero exactamente cuando se van a largar no está escrito en piedra – ambos tienen 73 años y hacen lo que quieren con su tiempo.
– Volamos aquí el año 2000 para revisar la situación, y desde entonces hemos conducido aquí abajo con el vehículo de acampada cada invierno, dice Lennart. Algunos allá en casa preguntan “¿cómo os atrevéis?”, pero entonces contestamos que es más seguro aquí que en España, donde también acostumbramos acampar algunos meses al año.
Durante los meses en Marruecos, conducen alrededor y ven bastantes ciudades interesantes y el a menudo hermoso paisaje. Pero lo que más son días tranquilos en Agadir.
– Me gusta leer y luego tenemos el canal SVT World en la televisión, ordenador y conexión a internet. Y tomamos caminatas diarias a lo largo de la playa y a la ciudad y tomamos un café. Además nos encontramos bastante a menudo con otros suecos que ‘invernan’ aquí, acostumbramos reunirnos en el mismo restaurante al menos una vez a la semana. Allí no se sirve ningún alcohol, entonces (para eso) se debe ir a lugares más turísticos, dice Catarina.
Aunque el camping en sí es atractivo – una planicie de grava llena de vehículos de acampada y unos pocos árboles dispersos, una casa con retretes y duchas y una recepción – la pareja Polheimer, al igual que muchos otros, ha amañado su propia pequeña “parcela”. Han instalado simples vallas pequeñas, colocado una bonita vasija de frutas marroquí en la mesa bajo el techo de sol y Catarina remueve en el pequeño ‘huerto’ que ha instalado en la grava donde algunas verduras han comenzado a brotar.
– Estos meses en el vehículo de acampada vivimos muy cerca el uno del otro, pero estamos acostumbrados porque hemos navegado durante 30 años. En casa está Lennart mucho en el garaje.
– Opino que puede resultar un poco lento a veces, dice Lennart. Pero en realidad no tiene que ver con Marruecos, porque opino que siempre se siente un poco lento el ser jubilado.
A veces reciben ‘visitas de larga distancia’ también:
– Nuestra nieta mayor ha estado aquí abajo y nos ha visitado y algunos amigos han ‘venido abajo’ a través de los años.
Lennart desaparece un rato, pero está pronto de vuelta con una bolsa grande de dulces clementinas, que un comerciante vende fuera de la entrada del camping. Allí tienta además un vendedor de pescados con buenos mariscos recién pescados.
– Acontece un desarrollo rápido aquí, Agadir crece rápidamente y los precios han subido bastante en los últimos años. Ahora pagamos unas siete coronas por un kilo de naranjas que hace sólo unos pocos años atrás costaba dos, dice Lennart. Pero el diesel cuesta sólo la mitad del precio aquí comparado con Europa y las tarifas del camping son mucho más bajas.
Un gasto que puede ser difícil de evitar cuando se conduce un vehículo en Marruecos son las multas:
– La policía está a menudo en lugares estratégicos como directamente después de la cima de una cuesta y son quisquillosos. Hemos recibido multas por exceso de velocidad varias veces y también hemos sido multados por infringir la línea continua. Yo suelo guardar todas las multas en un libro.
Ambos son graduados en ingeniería, pero después de que tuvo un bebé optó Catarina por diplomarse como enfermera de radiología. Y cuando muestran alrededor en su ‘casa móvil’, nos damos cuenta rápidamente de que los conocimientos de ingeniería son más o menos una necesidad para vivir así. El interior/la decoración ha sido modificado, soluciones birgueras se han instalado y varios de los compartimentos de almacenamiento están llenos de piezas de repuestos y herramientas. Pero en uno de ellos dominan juguetes de colores:
– Yo acostumbro traer conmigo juguetes y ropa de los nietos, pero también otros útiles que regalamos a algunas guarderías aquí abajo, dice Catarina.
Agadir no se parece a ninguna otra ciudad marroquí. Aquí no queda nada viejo después del terremoto que devastó la ciudad en 1960. Los restos están enterrados bajo una meseta cubierta de mala hierba debajo del igualmente abandonado kasbah sobre una colina. La ciudad nueva, modernamente planificada, se ha construido más cerca del mar.
Si se va desde el centro de la ciudad se puede llegar pronto a una pendiente abajo hacia el mar. Entre esta y la playa se encuentra la zona turística, con un bonito paseo marítimo nuevo, una gama de elegantes hoteles y montones de restaurantes y bares. Esta podría ser cualquier ciudad turística bien gestionada en cualquier parte del mundo, pero Agadir es más tranquilo que por ejemplo las localidades playeras en las Islas Canarias, que se encuentran dicho sea de paso exactamente en la misma latitud.
Pero el Marruecos genuino no está muy lejos, mucho se puede alcanzar en excursiones de un día. Tiznit está ubicada a unos 100 km al sur y es difícil de creer que la ciudad fue fundada hace poco más de 100 años atrás cuando se ven las degradadas murallas de barro que rodean a la ciudad, o las casas de color terracota a lo largo de las calles del bazar. Tiznit recuerda a Marrakech, pero sin el comercio de turismo. La ciudad es conocida por sus trabajos de orfebrería en plata, muchos de ellos trabajan en la plaza Mechouart. Muy cerca se encuentran varios campings y largas playas de arena fina con pocos visitantes durante el invierno.
Muchos conductores de autocaravanas continúan después de Tiznit hacia el sur para obtener aún más calor, hasta abajo a la ciudad de Dajla / Dakhla, en el Sáhara Occidental, que está ocupada por Marruecos, algo que la comunidad internacional no ha aceptado.
De Tiznit es un giro directo hacia el este, arriba a las montañas Anti-Atlas una experiencia. Al pequeño pueblo de Tafraoute a unos mil metros de altura en el Anti Atlas toma alrededor de una hora en coche. Está ubicado en un extraño paisaje rocoso con picos aún más altos en la distancia. Aquí se fabrican las mejores babuchas de Marruecos, las zapatillas de cuero puntiagudas que muchos marroquíes usan.
De vuelta a Agadir, elegimos una carretera diferente, peor, a través de un hermoso paisaje de montaña, donde las últimas millas ( 1 milla sueca = 10 km) transcurren sobre las fértiles llanuras sembradas de cítricos y hortalizas para la exportación. La abundancia hace de la naranja recién exprimida y el zumo de pomelo un placer barato – se venden en puestos callejeros en todas las ciudades.
Aún más al este – la carretera cruza la cordillera del Atlas – se encuentra Quarzazate, el ‘Hollywood de Marruecos’ con dos grandes estudios de cine y una larga lista de éxitos internacionales filmados aquí. Algunas partes de las películas de la creación de Jan Guillou ‘Arn’ se rodaron en la zona.
Una experiencia cinematográfica en la realidad obtenemos cuando continuamos hacia el sureste de Ouarzazate, abajo en el alargado oasis que lleva a Zagora (Zagora 30°19′50″N 5°50′17″W). En el oasis vive gente aún hoy en aldeas tipo fortalezas de barro secado al sol, donde todas las calles están sobre-construidas para la protección contra el calor del verano y frío nocturno del invierno.
Como visitante, se está invitado a echar un vistazo, pero se puede contar con niños intrusivos/palizas ‘de remolque’. Muchos de los que aquí viven cultivan dátiles y en temporada se venden los dulces frutos envasados a lo largo de las carreteras.
Los últimos día de nuestro viaje conducimos a lo largo de la costa hacia el norte desde Agadir. Sólo unas millas más arriba, donde gigantescas olas del Atlántico constantemente ‘ruedan adentro’, se encuentra el pueblo Taghazout. Si la ‘aves migratorias humanas’ en Agadir son dominanadas por jubilados, dominan aquí los jovenes ‘invernantes’ y la mayoría ha venido a surfear. En todas partes se ofrecen cursos de surf y en el agua siempre hay surfistas en trajes negros y esperando la ola correcta. Taghazout tiene además una playa maravillosa y en los callejones se hacinan restaurantes de precios asequibles para mochileros que sirven buenas bebidas de yogur y bocadillos saludables. Además de por supuesto los platos marroquíes donde alguna variación detajine – típica cazuela con tapa cónica tipo sombrero – es más o menos obligatoria.