El pingüino emperador (Aptenodytes forsteri), endémico de la Antártida (es la única especie que no emigra), es el más grande y pesado de todos los pingüinos. Su nombre científico, forsteri, le fue dado en 1844 en honor al naturalista alemán Johann Reinhold Forster. Destacan como grandes nadadores, por su particular forma de protegerse del frío, por su monogamia y el peculiar viaje que realizan en busca de su lugar de cría. Como el resto de pingüinos, no vuelan.
Su cabeza y alas son negras; el abdomen, blanco; su pico es largo, puntiagudo y ligeramente curvo en su extremo; las patas son cortas y emplumadas hasta su mitad; presenta tonos dorados a los lados del cuello.
Para encontrar comida, el pingüino emperador puede sumergirse de 150 a 250 m en el océano Antártico; incluso hay constancia de arriesgadas inmersiones a 565 metros. Dentro del agua pueden contener la respiración hasta 20 minutos. Esto es posible gracias a que cuenta con una hemoglobina especialmente estructurada para ser más eficiente manejando el oxígeno, y huesos sólidos para prevenir el barotrauma. También pueden reducir su metabolismo y desactivar sus funciones no esenciales. Su velocidad de nado es de 6 a 9 km por hora.
Se alimenta principalmente de peces, aunque también come crustáceos como el krill y cefalópodos (sobre todo calamares).
Para combatir el frío, estos pingüinos forman compactas agrupaciones con un curioso relevo. Los que están más al exterior poco a poco van adentrándose al centro del grupo, donde el calor se conserva mejor, y al mismo tiempo los del interior pasan a los bordes de la agrupación, donde sirven de barrera contra el frío y el viento. Fuera de la formación las temperaturas alcanzan los 40 °C bajo cero; dentro puede ser tan alta como 20 °C.
En ocasiones las hembras que han perdido su cría, en un intento desesperado, intentan apoderarse de una ajena, lo que es resistido por la progenitora atacada, que es ayudada por otras en defensa del orden.
Los pingüinos emperador recorren 90 km «tierra» adentro hasta el lugar de cría, lugar de encuentro de cientos de ellos. Siguen exactamente el mismo camino que sus antecesores para llegar hasta el territorio de reproducción. El viaje comienza en marzo o abril (fines de verano austral), con las extremas temperaturas de 40º bajo cero. Una vez en el lugar de cría, buscan pareja (como otros pingüinos, son monógamos para dar más seguridad a la progenie), realizando exhibiciones, levantando las alas o inclinándose. En mayo o junio (invierno austral) la hembra pondrá un huevo de aproximadamente 450 gramos. Este es el momento en el que la hembra pasa el huevo cuidadosamente con las patas al macho; si el huevo tocara más que unos segundos el hielo sería mortal para él. Una vez que el macho tiene el huevo en su pliegue de piel abdominal, la hembra inicia otro largo viaje hacia el mar en busca de comida. […] [Aptenodytes forsteri]
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