No se puede prohibir a los sin techo – los políticos deben resolver los problemas

El chef de cocina y veterano de guerra Arnold Abbot, 90, fue arrestado recientemente por la policía en Fort Lauderdale, Florida, EE.UU.. Su delito fue que él violó la nueva ley que prohíbe repartir comida a personas sin techo. Un policía gritó: «Suelta el plato!» Como si se tratara de un arma mortal que el viejo sostuviese en sus manos. Otro policía tiró la comida a los contenedores de basura mientras que los hambrientos sin techo personas sin hogar miraban.

El activista Abbot que había repartido sopas de pollo caseras a sus desafortunados compañeros durante los últimos 20 años corre ahora el riesgo de 60 días en la cárcel y 500 dólares en multas.

La nueva ley en Fort Lauderdale quiere restringir camping, comedores de beneficencia y dedicación a lo que ellos llaman «actividades de mantenimiento de la vida.» La ley se instituyó debido a que comerciantes y residentes no quieren que sus barrios se conviertan en imanes para personas sin techo. Limpieza étnica ha experimentado y esperanzadoramente relegado al basurero de la historia. Lo nuevo parece ser limpieza social. Y sucede un poco por todo el mundo, ya sea temporalmente ante unos Juegos Olímpicos donde la ciudad anfitriona va a hacer una impresión de limpieza y ocultar sus defectos/trapos sucios o crónicamente mediante prohibir la pobreza a nuestros pies. Prohibiciones similares han introducido Noruega, Dinamarca, Reino Unido y Países Bajos.

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Es la analogía criminológica de que una ventana rota conduce rápidamente a más si la sociedad no repara rápidamente las ventanas. Es tolerancia cero. Según esa lógica se ve a las personas sin techo como ventanas rotas de la sociedad. Si no las hacemos desaparecer a la basura vienen más, es el razonamiento. Pero las personas no son ventanas.

En Europa hay 3.5 millones y en EE.UU. cuatro millones de personas sin techo, según la revista médica The Lancet. El número aumenta y las ‘cifras oscuras/negras’ son enormes. Las causas de la falta de vivienda varían – desde el abuso de drogas y alcohol y enfermedades mentales a los que se han desmoronado a través de rasgaduras en las fallidas redes de protección social del entorno de la crisis del euro. Cada vez más enfermos crónicos, desasegurados y desempleados van a parar a la calle.

El veterano de guerra Abbot no se deja sin embargo asustar por pena de prisión. «Voy a seguir siempre y cuando me quede aliento en el cuerpo», constata él y ‘me relleno de gratitud’ de que haya gente como él en un tiempo presente que criminaliza pobreza y miseria humana. Los indeseables. Los que joden el barniz. En lugar de instituir leyes que garanticen libertad de movimiento a los miserables de la sociedad y derecho a la alimentación y cuidado de la salud se prohíbe su existencia.

Pienso con gratitud en todos estos voluntarios y entusiastas que tienen la energía de movilizar fraternidad cuando el resto de nosotros suspiramos o seguimos caminando. Al mismo tiempo no debe la política asignar la falta de vivienda a las fuerzas morales y organizaciones no gubernamentales. El gobierno que ganó las elecciones por promesas de bienestar para los que peor lo tienen no puede depender de la caridad y limosnas públicas. Ellos deberían tener un plan. Deberían ofrecer soluciones. Porque las heladas ya están aquí. El frío también. Nuestro clima es despiadado contra los que duermen en las acumulaciones de nieve. Entonces necesita la política convertirse en una fuente de calor contra el frío emocional. [ALEXANDRA PASCALIDOU / Det går inte att förbjuda hemlösa – politikerna måste lösa –METRO]

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