En el hotel de Strauss-Kahn

Gracias al ex jefe del FMI, el Sofitel ha entrado en la leyenda de Nueva York. Como el Carlyle con Marilyn Monroe y JFK

  • Strauss-Kahn se alojaba en la suite 2806 del hotel Sofitel, en la calle 44, cuando supuestamente perdió la cabeza y agredió sexualmente a una camarera de origen africano

The door of room number 2806 of the Sofitel hotel in New YorkSOFITEL

Todo el mundo sabe quién es Dominique Strauss-Kahn (DSK). Pero, ¿qué se sabe de la mujer que le acusa? Se dijo que era una inmigrante de Ghana, después que de Guinea Conakry. Primero era una viuda de 32 años de 1,80 metros de estatura (todo un reto para un violador con el doble de edad y la mitad de corpulencia), madre de una niña de ocho años. ¿O quince? Teóricamente residía en el Bronx. Pero nadie sabe dónde está ni de qué vive esta mujer en este momento.

 

Jorge Tito, director del hotel Sofitel de Nueva York, nos confirma que la misteriosa camarera no ha vuelto a trabajar desde que estalló el escándalo. Según algunas informaciones sigue cobrando su salario del hotel, pero Tito asegura no tener ni idea de cuáles son sus medios de subsistencia. Manda el juzgado, dice. ¿Es posible que la estén manteniendo con cargo al erario público, como a los testigos protegidos contra la mafia? Preguntamos en la oficina de la fiscal. Ni confirman, ni desmienten: se remiten a la documentación oficial del caso, donde ni siquiera se menciona a la camarera por su nombre. Sólo consta como una persona «conocida por la fiscalía».

 

Por lo demás en el Sofitel les cuesta disimular que están casi a gusto con un «affaire» que en absoluto ha interferido en el negocio. Más bien lo contrario: este hotel de atmósfera refinada y pulida estética art dec, situado en la calle 44 entre las avenidas Quinta y Sexta, es lujoso pero sin alcanzar las cumbres de exquisitez de grandes iconos neoyorquinos como el Plaza, el Waldorf Astoria o el Pierre. Gracias a DSK, sin embargo, han entrado de cabeza en la leyenda viva de la ciudad. Ya pueden competir con el hotel Carlyle, donde el servicio secreto llevó a Marilyn Monroe para que aguardara al presidente Kennedy tras cantarle su famoso Happy Birthday. O con el hotel Chelsea, donde Sid Vicious mató a su novia.

En el bar del Sofitel, mejor surtido de whiskies de importación de lo que es habitual en Nueva York, el camarero se niega a entrar en detalles —«yo me ocupo de mis asuntos», dice— pero sonríe de oreja a oreja, como halagado por el interés. ¿Se interesan más los turistas que los locales? Probablemente sí, teniendo en cuenta que, a pesar de las pasiones que ha levantado en Europa y de la constante atención mediática, el caso Strauss-Kahn suscita una olímpica indiferencia en Estados Unidos. Según un sondeo del Pew Research Center, apenas un 2 por ciento de la población le presta atención. Siguen con mucho más arrobo las noticias del hijo extramarital de Arnold Schwarzenegger.

«A la francesa»

En parte eso se explica por la creencia bastante extendida de encontrarse ante un nuevo caso de depravación «a la francesa». Al americano medio le encanta pensar que en su patria no hay lugar para los sátiros, tengan el poder que tengan. Se puede dar entonces el caso de que un vecino del barrio donde actualmente reside Strauss-Kahn baje a pasear al perro y, aún molesto por ver su calle tomada por las fuerzas del orden y de la prensa, declare ante esta corresponsal con orgullo: «Este es un país libre». Y el policía de al lado, poniendo cara de entendido: «No se preocupe, no parece que la casa vaya a ser blanco de un atentado terrorista». […] [ANNA GRAU/abc.es]

Leave a Comment

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*