La periodista argentina prende las luces del dormitorio en donde sus personajes María Gabay y Florencia Kraft duermen desnudas
Este relato se publica justo cuando la Corte Constitucional deja en veremos la decisión de aceptar en Colombia la unión entre personas del mismo sexo.
¿Qué queda de la amistad entre dos mujeres después de vivir una de manos de la otra un orgasmo? En su primera novela titulada «No es amor», la periodista argentina Patricia Kolesnicov se desliza suavemente por las cavidades más palpitantes y oscuras del amor puramente femenino. ¡No es un amor de iguales el que hay entre dos mujeres!, grita Kolesnicov, como si fuera una consigna política, por el otro lado del auricular. Ese mismo arrebato es el que parece quedar registrado en la primera página de su libro: “La foto miente. Soy joven, sonrío, nos abrazamos. Mano, bolsillo, brazo, cintura, brazo, bolsillo, mano. Mar de fondo, la foto miente”. Kolesnicov explica: “Hay un mito arraigado que ve las relaciones lésbicas como una relación en espejo, dos cuerpos iguales, dos sexos iguales; pienso que no es así, por eso mis personajes todo el tiempo sienten que las fotos, que los espejos mienten, que la otra, no necesariamente es un reflejo”.
Patricia Kolesnicov, editora cultural del periódico Clarín, una de las creadoras del Magazín Ñ y lesbiana confesa, lleva precisamente a sus dos personajes, Florencia Kraft y María Gabay, a vivir más bien una disparidad que todo el tiempo las hace preguntarse: ¿esto es amor?, y a responderse: No. No, es amor. “En esta novela lo que existe es un encuentro completamente disparejo, aunque sean dos mujeres, no hay un dulce amor. La pasión es así, incluso entre dos señoritas, duele, uno suda, se hace daño, se quiere hacer daño. Un poco en el plano de la política lésbica, lo que está diciendo esta historia es que un romance lésbico es como cualquier otro, tan bueno y tan malo. Yo te voy a contar el malo”.
María Gabay es una niña rica, hija del dueño de un laboratorio, que decide embarcarse en el proyecto de crear una revista científica. Su aventura necesita una aliada que sea versada en materia de letras, es esa la excusa que la lleva a encontrarse con algo que no desea, pero con lo que termina enredándose. “Estaba parada en el frente de un aula en silencio y hablaba fuerte: agredía a su público y lo cortejaba. No la astucia elemental del que seduce atacando, sino, a la vez, golpe y caricia”. Esa es Florencia Kraft, más valdría decir que es la Florencia Kraft del comienzo de la historia, porque después de que esta estudiante militante y flaca se embarque en su rol de ayudante de María Gabay en la revista, no quedará un rastro de su fascinación, como si por un giro incomprensible, de esos que se suceden en el amor, fuera luego ella la víctima de esa seducción hecha de golpes y caricias.
Estas dos jovencitas están buscando algo, sin embargo, la autora estratégicamente se demora en revelarle al lector qué es, quizá porque ni los personajes mismos lo saben. Por eso, en la primera mitad del libro, lo que hay es una tensa amistad develada, tardes de café, viajes y conversaciones. Es sólo en la segunda parte que Kolesnicov empieza a halar la hebra que se ha soltado del camisón de María Gabay para dejarla confesa, desnuda. “¿Y si tengo que amar a una mujer? La duda me zumbaba en el oído desde hace semanas… ¿si no es que nada, que estoy mejor sin nada, sino que quiero a una mujer?», se cuestiona María, que metódica, ante la duda apela al experimento. […] [Por: Angélica Gallón Salazar/Los orgasmos de una amistad entre mujeres | ELESPECTADOR.COM]