¿Tigre o cocodrilo?

tNadie alcanza a imaginar lo que hubo detrás de la espectacular confesión de Tiger Woods ayer. “Sabía que mis acciones eran incorrectas, pero me convencí yo mismo de que las reglas normales no me aplicaban”, afirmó el astro del golf aparentemente compungido. “Lo siento, lo siento profundamente. Es vergonzoso lo que hice. No sé cómo pude ser tan egoísta. Estoy arrepentido por mi conducta irresponsable”.

Desde luego que todo el show, incluso el beso con la madre, pareció muy real y sincero. Faltaría por determinar de qué tamaño y categoría fue el ejército de relacionistas públicos, expertos en manejo de crisis y hasta directores actorales que seguramente participaron en todo el andamiaje que desembocó en lo que vimos por la televisión del mundo entero.

Teniendo en cuenta que el ritmo de pérdidas del deportista ya iba por un millón de dólares al día, arrastrando igualmente al estamento golfístico, es apenas lógico suponer que el equipo de rescate debió ser altamente sofisticado y costoso.

Tardía o no, una estrategia de esta índole casi siempre ha funcionado. Le funcionó a Bill Clinton, quien —en medio del escándalo de su amorío con Geniffer Flowers— apareció en el programa 60 minutos, junto con su esposa Hillary, agarrados de la mano, con una chimenea al fondo, pidiendo perdón, y con excelentes resultados: electoralmente, la movida de la sinceridad fue un éxito.

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Obvio que Tiger Woods estaba muy bien libreteado ayer en el Club Sawgrass, ante una audiencia de 40 personas cuidadosamente seleccionadas. Y aunque el primer análisis revela que las preguntas ‘duras’ se quedaron sin respuesta, habrá que esperar en el tiempo a ver si la máquina de hacer dólares logra reactivarse con igual eficiencia que antes.

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Al margen de otro inmenso debate, el del respeto a la vida privada de la gente, quedará para siempre la duda si en el corazón de este hombre de verdad había la intención de pedir perdón.

Porque siempre flotará la sospecha de que un enorme cocodrilo se apareció en nuestras pantallas bañado en la farsa de sus lágrimas y dejándonos la certeza de que el plan necesariamente va a funcionar, sin que siquiera tengamos la oportunidad de preguntar: ¿y qué de bueno le queda a la sociedad?. [Editorial: ¿Tigre o cocodrilo?/ www.elheraldo.com.co]

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