KUWAIT CITY 1966 – Ida y vuelta (sin millones)

Acababa yo de cumplir la mili en aviación en Las Palmas de Gran Canaria, cuando volví a mi pueblo natal Villabona y a la fábrica Sacem donde curraba de delineante mecánico. Me enviaron a su filial Construcciones Electromecánicas Alas y entre otras cosas por el ridículo sueldo que me ofrecieron me despedí a las dos semanas y me compré un billete de avión a Kuwait con escala en Roma.

Había leído un artículo sobre ese país en la revista LIFE en español titulado “PAIS DE MILLONARIOS, KUWAIT” – edición 8 de noviembre de 1965. Publicado antes en inglés, el 17 de septiembre, bajo el titular ”Everything’s Up to Date in Kuwait: One Out of Every 468 Citizens in This Desert Sheikdom is a Millionaire”. 

Me salvé de casi todos los inconvenientes de lo que suponía el servicio militar gracias a una pariente que conocía a un renombrado párroco de Bilbao que a su vez conocía a un general de aviación en Madrid y bla bla bla, resumiendo: que me tiré casi toda la mili vestido de paisano y por las tardes y a veces sábados y domingos podía currar en Las Palmas de delineante, concretamente en la empresa constructora Navarro Jorro S.A.. Por las mañanas ‘curraba’ como soldado (vestido de paisano) de delineante en el Estado Mayor. Fue así que pude ahorrar para lo que resultó el billete a mis andanzas por Kuwait.

Como se ve en la segunda foto arriba -de izquierda a derecha- había entonces también soldados de Guinea Ecuatorial, la ahora antigua colonia africana de España…

Mi llegada al aeropuerto de Kuwait no fue como me la había imaginado. Nada más llegar al aeropuerto, al pasar el control de documentación, me plantaron al ver que no tenía visado ni de corta estancia ni de residencia ni de trabajo. Y me armaron un pequeño ‘show’ poniéndose a bailar y cantar flamenco al ver que el pasaporte era español. Me vi obligado a comprar un billete de avión a El Cairo y solicitar la visa allí en la embajada de Kuwait. Llegué a eso de las 4 de la madrugada y un taxi me dejó a las afueras. Como no abrían hasta eso de las 9, me senté en una acera cerca de la embajada. Al otro lado de la calle había como un descampado con algunas palmeras dispersas aquí y allá. Y recuerdo algo que se gravó en mi mente y nunca olvido.

Un cairota caminaba al otro lado de la carretera – donde yo esta sentado –  vestido como suelen ir los árabes, con una de esas túnicas blancas o «galabiyas» en la mayoría de las ciudades egipcias. Y de pronto vi que se paró junto a una palmera y se puso de cuclillas y se levantó la galabiya y… se puso a cagar!. Hasta ahí, vale. Pero mi sorpresa fue aún mayor cuando vi que después de cagar no se limpió el culo ni con ‘papel higienico’ ni con otro tipo de papel. Se levantó él, se bajó la túnica por sí sola y pa’ lante se fue el cairota como si nada hubiese pasado!. Qué impresión me hizo!. Recuerdo aún hoy la escena como si la hubiese visto ayer.

Después de conseguir el visado volví a Kuwait y observé en el aeropuerto que para los kuwaitíes era algo novedoso ver a un veinteañero español en Kuwait. La cosa es que chapurreando el poco inglés que entonces manejaba, me pusieron algunos taxistas en el aeropuerto en contacto con un palestino que curraba el Sheraton Hotel y que hablaba español ya que había vivido 7 años en Venezuela.

El palestino me consiguió trabajo en la cocina de ese hotel, iba a decir de fregaplatos, pero fue peor, fue de ‘frega-pucheros-gigantes’. Tan grandes que me tenía que subir a un banquillo para llegar más arriba de la encimera y poder fregar los superpucheros de más o menos un metro de altura casi casi metiéndome adentro de estos con agua supercaliente por no decir hirviendo. Y con una temperatura de más de 40 grados sudaba uno todo el día. Y fregar con todo el cuerpo sudando unas 8 horas al día fue algo a lo que no me acostrumbré. De noche me ayudó el palestino también con alojamiento donde él dormía, junto con otros 5 palestinos. Dormían (dormíamos) en la azotea sobre colchones allí colocados debido al calor en la habitación del piso donde guardaban sus pertenencias. Bueno, dormir y dormir, los berridos de las llamadas a la oración que se oían de los altavoces de las mezquitas te despertaban por la noche. Antes de salir camino al Sheraton Hotel por las mañanas, desayunábamos… un pedazo de sandía verde de tamaño gigantesco cada uno!. Nunca había visto melones de agua tan grandes en mi vida!.

Durante la mili en Las Palmas había leído también que el tener el cuero cabelludo húmedo aumentaba las posibilidades de quedarse calvo. Y como en Kuwait sudaba 24 horas al día (era el mes de julio si mal no recuerdo) comencé a concienciarme de que en Kuwait yo no podría pasar mucho tiempo antes de que me quedara calvo (!) :). Aguanté un mes. Me despedí del hotel y el jefe de personal intentó convencerme de que no lo hiciera, de que me quedara, me dijo que en unos años podría aprender árabe y progresar con el inglés y así obtener un puesto de trabajo mejor en el hotel, etc..

El calor aquel verano era insoportable, no recuerdo cuándos grados hizo de máxima, solo que todo el día y hasta de noche iba con las ropas empapadas de sudor. No sé si alcanzó aquel mes los 54˚C (129.3F) que alcanzó el termómetro el 21 de julio del pasado año, como informó el periódico ‘The Gulf Today. Lo que sé es que fue demasiado para mi.

Más tarde me enteré que los únicos extranjeros que ganaban ‘buena pasta’ en Kuwait eran profesionales técnicos de habla inglesa que ya iban con contrato, como médicos, dentistas, ingenieros, arquitectos,  etc.. Lo mismo ocurriría seguramente a finales de la década de 1970, entonces contratarían a técnicos en informática, imagino yo. También más tarde me enteré que esa ‘temperatura de sartén’ no la tenían todo el año, solo en verano, que luego la cosa se hacía más soportable (!).

La mano de obra barata (trabajadores inmigrantes) que utilizan Kuwait y sus ricachones vecinos (Baréin Omán, Catar, Arabia Saudita y Emiratos Árabes Unidos) proviene principalmente de India, países contiguos y Filipinas. Y en aquellas fechas también alguien de Villabona (Guipúzkoa)!!!.

Le pedí al palestino que me ayudó en todo (no recuerdo su nombre) que me escribiera una nota que explicara brevemente la historia de lo que me había ocurrido y que al no poder amoldarme a la vida en Kuwait, que agradecería una limosna para poder comprar billete para volver a España, bla, bla, bla. Y así empecé, con aquel papelito de formato A5, a ‘tocar puertas’ por Kuwait capital. Me tiré -creo recordar- algo así como un par de semanas. La mayoría de la gente en los pisos donde tocaba el timbre fue muy amable y muchos me invitaron a que entrara a sus pisos para charlar un rato y tomar una taza de té. Me di cuenta de que un español joven en los años 60 en Kuwait era como algo exótico. Pero a los pocos días empecé a también ver nubarrones negros. Eran hombres que me invitaban a entrar a sus pisos a que “tomara una taza de té con galletas”. Fui a parar donde un hombre de casi 2 metros de altura y en sus 50 y pico años que se sentó en el extremo de una mesa de cocina de unos 5 metros de largo y yo en el otro extremo. Cuando de pronto vi que el pene erecto del hombre salía por encima de la mesa en el otro extremo. ¡Casi me da un síncope!. Rápidamente comencé a pensar en un ‘plan B’, o sea, cómo salir echando hostias del piso, si por la ventana o por la puerta. Vi dónde se encontraba esta y con la excusa de que me iba al baño salí corriendo escaleras abajo con el corazón latiendo aceleradamente y me salvé del maricón.

A partir de ese día y durante el resto de los días que permanecí en Kuwait observé que por las calles en cuando te ponías en contacto con gente del sexo masculino, por ejemplo al entrar en tiendas y preguntar por precios, etc., muchos se te ponían ‘pegadizos’ y había que deshacerse de ellos buscando cualquier excusa.

Finalmente conseguí dinero como para poder costearme pasaje compartido en taxi a Beirut y barco de Beirut a Barcelona (que no creo existe hoy). El viaje en taxi en un coche tipo Chevrolet Impala fue todo un ‘desert nightmare’, una pesadilla con mucho suspense de Kuwait a Beirut a través de Arabia Saudí, Jordania y Siria. Imagínate que eres violado por dos o tres árabes y te dejan tirado en medio del desierto!. Pues eso es lo que pensaba que podría ocurrirme cuando sentado en medio del asiento trasero del taxi apretaban los árabes sus piernas contra las mías por ambos lados con todas sus fuerzas. Durante casi todo el viaje!. Pensamientos como el siguiente circulaban por mi cabeza: “Estarán los pasajeros árabes en colusión con el chófer, o sea, tres contra uno?!”.

Al llegar a Beirut compré billete a Barcelona y durante la espera me alojé en un pequeño hotel, relativamente barato, pero que tenía una minipiscina. Allí sentado pasé horas y horas varios días (apenas había huéspedes en el hotel) escuchando – recuerdo – la canción de Los Beatles «NO REPLAY» en un minitocadiscos rojo de plástico que me compré en la capital kuwaití antes de salir.

El día que zarpaba el barco cogí un taxi y el chófer (un chaval joven) al llegar al puerto insistió en que él llevaría la maleta hasta el camarote. Le contesté con un “No, Thank You!!!” varias veces pero aún así salió corriendo escaleras arriba y bajó al camarote con la maleta en la mano y al pagarle se me lanzó al cuello e intentó besarme en los labios a lo que respondí con un: “te voy a dar una hostia que te mato, hijo de puta”!. Y salí corriendo tras él, pero parece que conocía mejor el interior del barco y consiguió salir antes que yo y desaparecer en su taxi. Quien haya experimentado algo parecido en Medio Oriente sabrá de lo que hablo. Está lleno de maricones.

Antes de viajar a Kuwait no tenía ni idea de esto. Luego me informaron que es debido a que los árabes “apenas ven carne”. Carne humana quiero decir. Las mujeres van tapadas, ‘empaquetadas’ en telas, con sus ‘chadors’, ‘burqas’, ‘niqabs’ y ‘hiyabs’, y los árabes apenas ven ‘carne humana’. Por eso cuando ven a un joven extranjero en camiseta de manga corta y/o con pantalones cortos y ven piernas y brazos al descubierto muchos árabes se ponen ‘calientes’ y hay que andar con mucho cuidado. Y hablo con experiencia propia. Si viajas a un país de estos de Medio Oriente y eres joven lo más seguro que vayas vestido con traje de buceo!.

Ya en Barcelona, algo avergonzado por el fracaso del viaje a Kuwait, encontré rápidamente curro de barman en el Bar La Pedrera, ubicado en los bajos de la Casa Milà, esa casa rara del arquitecto catalán Gaudí, conocida popularmente com La Pedrera. Donde nueve años más tarde Jack Nicholson interpretó una escena de su película The Passenger (El Reportero) en el mismo bar en el que yó curré unas semanas ese año!.

De Barcelona me mudé a Sitges aquel verano y encontré curro de camarero en un hotel restaurante recién abierto por un cocinero catalán casado con una murciana llamado Hotel Restaurante Roma, que quedaba algunas calles arriba de la estación de la Renfe. Hoy seguramente ya no existirá. En los años 60 Sitges no llevaba como lleva hoy, el subtitular ‘meca de maricones’,  entonces era simplemente un muy popular destino turístico.

Y allí currando hice contacto con una familia inglesa que me invitó a su casa en no recuerdo qué pueblacho del condado de Kent y a su casa fui. El padre de familia trabajaba con una furgo repartiendo botellas de leche por los chalets de un barrio y yo le acompañaba por las mañanas y observé que pasaba antes del barrio de chalets por una zona industrial donde había todo tipo de empresas. Así que un día, dos semanas después de llegar al pueblo donde vivían, salí a buscar trabajo por mi cuenta como ‘mechanical draughtsman’ por la zona industrial y lo conseguí, pero al no tener permiso de trabajo era lo mismo que si no lo hubiese conseguido!.

Me largué a Estrasburgo y conseguí curro de fregaplatos en un hotel central. Y allí me encontré con un gallego que trabajaba desde hacía montones de años, según me contó había huído de España después de la guerra y vivía aterrorizado, ni se atrevía ni a salir a la calle (!!!). Creía que lo iban a coger y llevar a la cárcel a España (!!!). Vivía como un exclavo, dormía en un cuartucho en el último piso del hotel bajo el tejado, en uno de esos edificios tipo ‘maison à colombages’ típicos de la arquitectura en Estrasburgo. Intenté convencerle durante un mes de que debía largarse de allí y finalmente se decidió. Al día siguiente de recibir la paga del sueldo salimos a media noche bajando la escalera silenciosamente para no ser vistos ni oídos y sin comunicar nada al dueño del hotel. Esperamos en la estación de tren de Estrasburgo y tan pronto abrieron las ventanillas por la mañana compramos billetes a Estocolmo.

En el hotel que trabajé en Sitges conocí a un tal “Pepe” de Murcia que también trabajaba de camarero y este a su vez conoció un mes antes – me dijo- a una familia sueca de Örebro que le había invitado a que les visitara en su país y al final del verano me dijo que él no quería salir de España y, como sabía que yo andaba queriendo hacer justamente eso, me dio el papelito con la dirección de la familia en Örebro. Y allí me fui. Cuando llegamos a Estocolmo fuimos a pie a donde entonces se reunían los pocos españoles allí residentes, no sé si el nombre era Casa Pepe o Restaurante Casa Pepe o algo así, ya no recuerdo. Lo cierto es que aquél 5 de enero de 1967 hacía tanto frío que para cuando llegamos al restaurante las orejas me habían empezado a sangrar (iba vestido con ropas de verano). El gallego se acojonó y dijo que Suecia no era nada para él. Que quería ir a Canarias. Le acompañé a la parada de autobús al aeropuerto de Arlanda y allí nos despedimos y nunca más supe de él. Yo cogí el tren con billlete a Örebro. Y fui muy bien recibido por la familia. El marido hablaba varios idiomas, entre ellos español (de joven había trabajado en el consulado sueco en Barcelona) y a su mujer le encantaba casi todo lo relacionado con España.

La familia me ayudó a encontrar trabajo de delineante en una empresa que construía casas prefabricadas y que había empezado a exportar a España. Resulta que la novia de uno de los hijos de la familia era amiga íntima del jefe de la empresa Rockhammars Hus que estaba ubicada en Fellingsbro y por ese camino encontré curro de delineante chapurreando todavía mal el sueco. A los 4-6 meses hacía yo lo mismo que el finlandés que trabajaba allí como mi ‘jefe’, con la diferencia de que cobraba 3 veces más que yo. Y yo además les traducía al español las hojas de instrucciones de montaje de las casas prefabricadas de madera que exportaban a España. Pedí aumento de sueldo y me lo concedieron, pero fue una cosa mínima, casi ridícula. Me despedí cabreado y me cogí un vuelo a Las Palmas de Gran Canaria. La firma se declaró en quiebra poco después, según me enteré años más tarde-  no sé por qué motivo. Se me olvidaba mencionar que antes de encontrar curro de delineante trabajé un tiempo de fregaplatos en el Frimurarlogens Restaurang!.

En Las Palmas encontré trabajo en un barco (“M/S Coral Sea» *) de la naviera sueca Trelleborgs Ångfartygs AB, que estaba a punto de zarpar para Japón. Una lancha me llevó al Coral Sea que estaba anclado entre el muelle del Puerto de La Luz y la Playa de las Alcaravaneras, subí a bordo y me encontré con el tercer oficial, un sueco de Escania (Skåne) al que le pregunté si necesitaban gente para currar en el barco y me contestó que justamente les hacía falta un jungman, ‘mozo de cubierta’ en español .

Le caí bien y me dijo que fuese a un dentista antes de embarcar, que salían en un par de días para Japón. El dentista me sacó una muela cuando le conté mis planes y al día siguiente zarpó el ‘Coral Sea’ para Japón.

El próximo post tratará del viaje, llegada a- y regreso de Japón (y China) a España.



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