BRASIL – Ida y vuelta (de Bicicletas Monark)

Fue en noviembre de 1968 que cogimos el vuelo Madrid – Río de Janeiro después de finalizar el curso “Transformación de delineantes en delineantes proyectistas” en la Casa de América en Vigo.

Dicho sea de paso, la ciudad de Vigo me dejó un muy buen recuerdo. Gente abierta y amable, pinchos de pulpo en los bares, bonitas playas en las cercanías. Detrás de la Casa de América, subiendo una escalera, había un bar que tenía un ‘jukebox’ al que cada día íbamos y metíamos monedas para escuchar canciones de Los Brincos una y mil veces más, como «Tú me dijiste adiós», «Un sorbito de champagne» – «Mejor» –  «Borracho», etc.. ¡Qué tiempos aquellos…!.

El CIME (Comité Intergubernamental para las Migraciones Europeas) costeaba el viaje y gastos de alojamiento en los primeros tiempos de estadía en Brasil.  En São Paulo fuimos a parar a lo que llamaban ‘Misión Católica Española’. Se encontraba en el barrio japonés, Bairro da Liberdade. Era de aquí de donde salíamos cada mañana – después de leer los anuncios de trabajo en periódicos – a buscar curro. Algunos encontraban rápido. Yo tardé poco más de un mes antes de encontrar trabajo en la entonces pequeña firma donde un tal Max Eberhardt.

Éramos unos 90 españoles, los de nuestro curso y Peritos que habían realizado otro curso que no recuerdo cómo se llamaba. Hacía mucho calor cuando llegamos a Río. Y pronto nos dimos cuenta que era bastante difícil encontrar trabajo en Río, por lo que la mayoría después de unos meses decidimos mudarnos a São Paulo.

Yo concretamente encontré curro en la empresa Max Eberhardt que todavía existe y como el dueño me pagaba muy poco me mudé al cabo de unos meses a la empresa sueca Bicicletas Monark que se encontraba en el mismo barrio, cerca de la empresa antes mencionada. Años más tarde oí que cerraron su fábrica en São Paulo. O como leo en internet un comentario de un brasileño que trabajó en la empresa:

“Parece que tudo acabou, passei recentemente na rua Eng.. Mesquita Sampaio, nem sinal, o prédio tinha sido demolido. Não sei onde está e se existe ainda.” [Bicicletas Monark S/A – Bicicletas – Rua Engenheiro Mesquita …].

Guardo muy buenos recuerdos de mi estancia de un año y pico en la Monark. En el taller tenía contacto con tres matriceros, uno de Bilbao, otro de Girona y otro italiano. Una mañana al entrar en la oficina vi una multitud de gente en un salón que había a la izquierda de la entrada. Fotógrafos, focos de luz, en fin, qué sería, qué sería… y era el mismísimo Pelé que lo estaban fotografiando con un ejemplar del entones exitoso modelo Monareta!.

São Paulo como ciudad me gustó, mucho más que vivir en Río. Los fines de semana calurosos cogíamos el autobús a la playa de Santos. En aquellos tiempos no había muchos que tenían coche como ahora. Y el barrio japonés siempre fue interesante.  Y aunque durante los dos años que allí residí se movía uno más o menos por los mismos barrios, o sea, donde uno vivía, donde uno trabajaba, el centro, y no mucho más, pues como que era más que suficiente!.

Después de currar un año y pico en la Monark hablé con el jefe de la oficina técnica que además era jefe de taller, un valenciano muy jatorra que llevaba ya bastantes años en São Paulo y le pedí que hablara con el CEO sueco y le preguntara si podría yo conseguir curro como delineante proyectista en su fábrica de Varberg en Suecia. Tardó en contestar. Finalmente me dijo el valenciano que el sueco le había dicho que no habría problemas.

Así que me despedí,  cargué mis bártulos y regresé a España, pero visitando antes a mis parientes de Aduna y Zizúrkil en Lanús/Buenos Aires, desde donde cogí el barco de vuelta a Vigo.

Pasé luego por mi pueblo natal Villabona y después de haber visitado a la familia, cogí el tren a Varberg en Suecia. Me presenté a la oficina de personal y les mostré el papeleo que me traje de São Paulo y de la Monark, les conté lo que me habían prometido, etc.. A lo que obtuve como respuesta que no tenían ni puta idea de lo que me había prometido el sueco allí!!!.

El sueco que hacía de ‘boss’ en Bicicletas Monark era un tío que siempre iba bien peinado, perfumado, con los pantalones impecablemente planchados y la camisa blanca tan almidonada que hasta el mismísimo Trump en EE.UU. le envidiaría. El hijo de la gran p-ta vivía en São Paulo como un rajá. Un fin de semana fui a ver el chalet, o mejor yo diría ‘mansión’, donde vivía y… bueno…, solo en aquel terreno cabrían un par de campos de fútbol. Todo cercado con altas rejas, amurallado con rejas se podría decir. Y vi desde fuera por lo menos tres ‘garotas’ con uniforme como de ‘empregadas domésticas’ en el terreno de la ‘mansión’. Si a eso añadimos que tuviese algunas más en el interior de la casona como ‘mulheres de serviço’… Sin comentarios!.

Total, que a buscar curro me tocó. Y así empezó mi trayectoria en Suecia que –con ausencias -de años de vez en cuando- se prolongó durante varias décadas.

En este país me tocó currar de entre otras cosas… unos pocos meses de delineante de… chalets de madera prefabricados, en prensa dobladora y cizalla hidráulica, en la cadena de montaje de Volvo en la fábrica de Torslanda, de profesor de español en cursillos para pequeños grupos, chapista en varios astilleros.

También fue toda una odisea lo que ocurrió en un astillero ubicado allá por el paralelo 60 y pico N en el fiordo de Trondheim. Un invierno de mucha nieve, a mediados de la década de los 70. Conducía mi viejo Volvo P1800 con un chaval de no sé cuál de las 6 antiguas repúblicas regionales ahora convertidas en países independientes de la disuelta Yugoslavia a mi derecha que también iba a Noruega a buscar curro de soldador. Pocas horas después de haber empezado a conducir de Gotemburgo patiné, asustado por un grito del yugoslavo que hizo que del pánico instintivamente pisara al freno y el morro del coche se adentrara en un dique por no chocar con el coche en frente. Una grúa nos sacó y seguimos a Noruega. A la mañana siguiente, no muy lejos del astillero noruego, hacía un sol fenomenal sobre un paisaje todo nevado, la carretera con nieve dura y bien aplastada. Yo mirando al horizonte a mi izquierda, embobado por la belleza del paisaje cuando el yugoslavo me pegó otro berrido que casi me da un ataque al corazón. Aktaaaaa!!! (Cuidadooooo!!!) (distancia de seguridad…). Pisé otra vez al pedal del freno pero esta vez no llegué al dique sino que choqué de frente con un camión. Llegamos a la ciudad donde estaba ubicado el astillero con otra grúa. Y el Volvo P1800 fue al ‘servicio de  urgencias’, un taller de chapa y pintura. 

Una de las pruebas de soldadura consistía en soldar tubos de diámetro gigantesco, que estaban en posición horizontal fijos/inmóviles, desde su interior (‘bajo techo’/posición sobre la cabeza). Medían unos 2 metros de diámetro. O más. Y yo con mi altura y alzando lo más que podía la mano derecha y el electrodo encima de mi cabeza justo justo llegaba a la parte superior del tubular…, y al soldar, no siendo soldador profesional, pues como que caían demasiadas gotas de metal fundido…!!!.

Resumiendo: una mierda de soldadura!. Fue bien mientras se trataba de soldaduras de cordones ‘normales’, cordón plano, cordón vertical, etc., etc.. Pero esta forma de soldar cordón en techo, siguiendo la forma circular del tubo,  o ‘en círculo’, o como se llame, bien fuese en forma ascendente o descendente, era algo así como – nunca mejor dicho –  una ‘misión imposible’, más imposible que la cuadratura del círculo, así que… saqué el coche del taller, recogí los pocos bártulos que había traído conmigo y… vuelta a Gotemburgo!. Nunca más volví a oír del yugoslavo. El viaje de regreso por Östersund fue realmente horripilante, eso sí, de ninguna manera aburrido, unos 1.000 kilómetros a ‘má o meno’ 30 km/h por causa de la nevada que estaba cayendo. Después de aquella desastrosa experiencia me prometí nunca más volver a Noruega!. :)

La trayectoria laboral continuó de pizzero, en Jonköping y Gotemburgo, 5 años de autónomo (bar-café-cervecería), auxiliar de enfermería en hospitales y manicomios, etc.,  o sea, un poco de todo menos de delineante proyectista mecánico!.

Y si esto fue o era así hace 40 años, el panorama no se ve ni un poquitín mejor para conseguir trabajo cualificado hoy en día. Me refiero a carreras técnicas o profesiones más demandadas por las empresas. ‘Profesiones sanitarias’ quizás tengan otro panorama laboral, independientemente de si eres extranjero o no, o ‘comunitario’ o no.

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