«El hombre escorpión» y sus 180 mascotas

Héctor García, concejal de Santa Fe de Antioquia, cuida en su casa estos venenosos arácnidos.

«¡Se van ellos o me voy yo!», le dijo resuelta, hace ya tiempo, Aracely Estrada a su esposo, al descubrir que comenzó a coleccionar en frascos los alacranes que se metían en su casa de Santa Fe de Antioquia, un pueblo colonial situado a hora y media de Medellín.

Sin embargo, cinco años después, a Aracely le pudo más el amor cultivado durante dos décadas y hoy vive bajo el mismo techo con 180 de estos venenosos arácnidos, que Héctor García cuida y quiere con el mismo amor que a sus dos hijos, cómplices de la inusitada afición.

Para la familia de este concejal de 47 años y asesor contable de empresas, la costumbre de vivir con animales no llegó con las exóticas mascotas. Antes, Héctor había tenido en el solar, con todos los consentimientos, a 50 tortugas, varias culebras y cacatúas, y llegó a criar iguanas atraídas por sus cariños. También adoptó un murciélago recién nacido, al que alimentaba con biberones de leche. Todo eso, sin contar 58 gallinas, 15 patos, 5 gansos y 8 perros.

Aracely, sin resignarse del todo, confiesa: «No me han gustado nunca los animales en la casa, y menos alacranes, pero él es feliz con ellos y me convenció de tenerlos con todos los cuidados».

Ella se ríe porque a Héctor ya lo reconocen en el pueblo no solo por ser un líder comunitario y político contradictor del alcalde, sino que los vecinos y algunos niños cuando lo ven pasar le gritan: «¡Adiós, ‘hombre escorpion!».

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Un ‘imán’ para alacranes

Pero no fue él quien salió a la caza de los ponzoñosos animales: ellos llegaron solos. Salían de los rincones de su vivienda, brotaban de pequeñas grietas, buscaban salida en noches cálidas.

«Aparecían en la puerta y no me picaban; nunca me han picado», cuenta en tono tranquilo Héctor, quien les teme más a las hembras que a los machos.

«Ellas no comen cuento y mandan el aguijón cuando uno menos espera. Ellos son más predecibles y menos ariscos», explica, entre risas, ante la mirada indignada de su mujer que rehúye al menor movimiento de «esos bichos».

Héctor, incluso, cuenta orgulloso que cuando ya tenía los primeros 20 de su colección, una noche abrió el armario de la habitación y una ‘alacrana’ le dejó decenas de crías para su colección.

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La reacción de Aracely fue inmediata y el acucioso coleccionista tuvo que sacarlos de la casa, ponerlos debajo de un árbol, lejos de la casa para que su mujer recuperara el sueño. Pero al otro día advirtió Héctor que la mayoría murieron ahogados en medio de un aguacero que se coló en el refugio improvisado.

«Se puso muy triste. Después de eso le ayudamos a mantenerlos escondidos por seis meses de mi mamá en otra parte de la casa, allá les dábamos vuelta por las mañanas y por la noche», recuerda Katerín, la hija menor de Héctor, que no les tiene miedo a los alacranes pero sí a los ratones.

Desde entonces, aprender a cuidar a los alacranes ha sido para el concejal y sus hijos más fruto del empirismo que de un estudio juicioso de esta especie.

Al principio estaban convencidos de que se alimentaban de minerales de la tierra. Después, Emilio, el hijo mayor, descubrió que comían cucarachas y les echaron varias muertas, pero los alacranes ni se inmutaban.

«Mi hijo leyó en Internet que eran cazadores y les metimos vivas las cucarachas. ¡Si viera cómo se pusieron de felices! Ahora, es su comida favorita«, explica orgulloso Héctor, a quien le da más repulsión coger con la mano una cucaracha que a los peligrosos alacranes, que sabe que son más pacientes en el día y muy agresivos en la noche.

Pero cuando se tienen 180 hambrientas mascotas, son cerca de 80 presas para alimentarlas a la semana; de lo contrario, se matan y se comen entre ellas. […] [m.eltiempo.com/gente/el-hombre-escorpion-y-sus-180-mascotas]

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