El desorden de las playas

cartagenaEl Distrito y el sector privado turístico traen expertos nacionales e internacionales para estudiar las playas de Cartagena y proponer soluciones a sus problemas.

Nuestras playas son de mala calidad con respecto a las demás del Caribe, de arenas blancas y aguas cristalinas. Salvo Playa Blanca, en Barú, la ciudad no compite con ningún destino caribeño de sol y playa. Si encima se encarama el acoso inagotable de los vendedores informales, la ciudad seguirá condenada al turismo de olla, que la ensucia, perjudica, y no fomenta empleo de calidad.

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La queja mayor de los usuarios de las playas y del sector turístico, locales, nacionales y extranjeros, es precisamente el acoso de los vendedores ambulantes. Su característica es el inmediatismo. Por la pobreza, inexistencia de empleo formal y sobre todo, por la falta de autoridad, las playas –en la práctica- ya las privatizaron los informales.

Apenas se habla de reglamentarlas mediante concesiones, sus opositores gritan “privatización”, la palabra clave para estigmatizar su ordenamiento. Otros dicen que se deben ordenar, pero por el Estado y no por el sector privado. La concesión es un camino intermedio eficiente, bajo la vigilancia estatal. Quien abuse de una concesión, debería perderla.

Las concesiones no son ideales, pero sí útiles. ¡Las hay hasta en Cuba! Hasta hace poco aquí las gestionaban en silencio, como en un submarino. Sólo emergía el periscopio para disparar el torpedo abusivo del otorgamiento a espaldas de la comunidad, y últimamente, hasta de fiscales abusivos. Eso cambió gracias a la actitud positiva de la Capitanía y de DIMAR.

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Las concesiones sin control, como algunas en la muralla, bloquean el paso a los transeúntes; ponen los objetos que deseen, no acordes con el entorno, donde quieran; le suben el volumen a la música hasta donde les parezca; y no les pasa nada. Reina la impunidad. Así no sirven las concesiones.

Cuando se increpa a algunos favorecidos con concesiones, asumen una posición de amo a peón, porque “en el exterior es así”, y terminan dictando cátedra, y pasándose la ley por la faja. Cartagena no necesita concesionarios prepotentes, de aquí ni de fuera.

Es indispensable que sea obligatorio conocer a los empresarios de carne y hueso tras las personerías jurídicas que aspiran a concesiones, y que se les lea la cartilla de sus obligaciones minuciosamente para que no quepa la discrecionalidad, protegiendo así a la población. […] [www.eluniversal.com.co/El desorden de las playas]

Cartagena: una ciudad amurallada, Cartagena: una ciudad amurallada

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Pesadilla ambulante

Una de las características de las playas de Cartagena es la presencia de vendedores ambulantes. La verdad que es algo bastante bizarro. Te ofrecen de todo: Artesanías, comida, bebidas, ropa, lentes, souvenirs, masajes, viajes, fotos, chicas, drogas… Todo se consigue.

Los primeros días, hasta que comprendés el código del lugar, es complejo caminar por la playa sin que te vuelvan loco con todo tipo de ofrecimientos, aunque eso sí, siempre con la mejor onda.

Al final encontré un yeite infalible: Hay que evitar el contacto visual.

Pasaba esto: Alguien se acerca y ofrece su producto, y yo le digo gentilmente que no, que no estoy interesado, que gracias de todas maneras, etc, etc, etc. Ahí estaba el error. Hay que mantenerse razonablemente serio y mover levemente la cabeza en signo de negación, o directamente ignorarlos, como si no se entendiera el idioma. […][elinconsistente.blogspot.com/2008_03_01_archi…]

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